Después de 40 días y 40 noches andando en un desierto de
nubes y sombras, esta noche de verano al fin veo la luna. Al fin veo su brillo
que ilumina mis dudas y me aclara el camino. Esa luz tan cándida y suave que
desciende del cielo como si fuera música. Una melodía que baila al son de
un lamento que susurra tu nombre, dulcemente, al ritmo de los latidos de mi corazón
desesperado por tenerte a mi lado, y asustado de que las manecillas del reloj
detengan su curso; de que el calendario llegue a su ultimo y fatídico capitulo.
Las arenas del tiempo nunca marchan atrás, luchar contra eso es como intentar
tapar el sol. Pero como todo soñador lo he intentado y he salido herido, pero
el amor no deja que me rinda.
Ese amor que comenzó a nacer desde que tus ojos brillaron
mas que las mismas estrellas, desde que tu voz golpeo con tu canto de sirena en
el mar de mi locura, desde que tu sonrisa callo multitudes. Pero como
conquistarte con la distancia amenazando el amor? Con kilómetros de agua salada
a punto de separar mi sueño de tu realidad? Dios lo quiso así. La Providencia
no me concedió tenerte pero le agradezco el permitirme conocerte; porque aunque
se que me falta valentía para decirte todo esto directamente, tu recuerdo y mi imaginación,
harán de mis días de soledad un poco mas felices.
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